martes, 18 de septiembre de 2007

MOMENTO DE VERDAD

Se necesita mesero multilingüe

Expertos aseguran que el servicio es de calidad cuando el camarero pasa desapercibido para el cliente.

"Madonna y Rupert Everett aparecen entre los famosos que no dejan propina luego de ser atendidos en bares o restaurantes. Entre tanto, Tobey Maguire (protagonista de Spider-man), Barbara Streisand y la mujer de John Travolta, Kelly Preston, se rascan el bolsillo". La historia la cuenta Katherine Taylor, una camarera neoyorquina, en su novela Reglas para decir adiós, en el que relata su día a día como camarera en el bar West Village, en Nueva York, donde la propina oficial es el equivalente al 15 por ciento del consumo.


Ella asegura que en este seguimiento hecho al comportamiento de los famosos a la hora de pagar la propina, tampoco deja bien parado al ex Beatle, Paul McCartney, de quien se dice es un borracho que al final del servicio pierde el conocimiento y por ahí derecho evade el pago de la propina. La autora del libro no sabe si ubicar a McCartney en la lista de los tacaños o elaborar una nueva para incluir a los borrachos.


Otro de los apartes de la novela señala que "Gwyneth Paltrow vino al bar. Quería decirle que yo había estado haciendo una lista de famosos tacaños con la propina, en la que ella aparecía". Pero en realidad, en concepto de la camarera, Gwyneth no era tacaña, solo estúpida e inepta. Tanto así que muy seguramente no estaba en capacidad de calcular el 15 por ciento, propina que se acostumbra a dar en los bares y los restaurantes ubicados en el corazón de la capital del mundo.


Pero mientras en Nueva York, Katherine Taylor observa a los famosos para clasificarlos entre tacaños y dadivosos, en Barcelona (España), un cliente envía un comentario a una página de Internet, en la que destaca la forma como fue atendido por una camarera, por el simple hecho de haberse tomado un café.


El desprevenido corresponsal cuenta que llegó al bar la Casa de Portugal, en Barcelona, y "mientras me tomaba un café con canela, sonó una de esas canciones que capturan sin remedio. Al pagar, le pregunté a la mujer que me atendió si conocía la canción. Ni corta ni perezosa, buscó información y no paró de hablar hasta darme los datos completos sobre el disco. Todo por un café...".


Pero su comentario no era gratuito, pues iba dirigido a contradecir la opinión que en esos días había leído en un artículo del Financial Times, en donde la formadora de camareros Marian Scrutton, aseguró que en el oficio de mesero todas las acciones son repetitivas y que la clave del buen mesero es hacer que su presencia no se note, es decir, que lo que debe quedar en la mente del cliente es la calidad de los productos que consume y el ambiente del sitio, y no la atención de los meseros. En realidad, el cliente del bar de Barcelona no dio ninguna opinión sobre el café que consumió, sino sobre la amabilidad de la camarera que le entregó información que seguramente nadie espera conseguir mientras se toma un café. El valor agregado no lo encontró en el negocio como tal, sino en la persona que lo atendió.


LOS DE LA VISTA 'GORDA'


Un caso similar de opinión sobre los meseros, es el publicado en una edición reciente de la Revista Poder, en donde el escritor antioqueño Jorge Franco (autor de Rosario Tijeras), dedica diez líneas para describir la indiferencia de los meseros para con los clientes, en el momento en que éstos requieren de sus servicios. "Uno los llama, pero siguen derecho. Uno pretende llamar su atención alzando un brazo y ellos siguen de largo... pero de nada sirve, no aquí ni en Costantinopla, para lograr que se acerquen. Siempre apuntan la cara para otro lado; pero desde ningún ángulo se encuentra uno con sus miradas. Nadie sabe con certeza dónde queda ese punto inexistente en el que esconden la mirada los meseros".


Esa es la suerte de que quienes desempeñan este oficio, el mismo que el diccionario enciclopédico McGraw Hill, define lacónicamente con tres palabras: "Camarero de café o restaurante". De esa forma describe a una de las ocupaciones más antiguas de la humanidad, y que hoy sigue tan vigente, hasta el punto de que en muchos casos, desempeñarse en esta posición exige hablar como mínimo dos idiomas.


Miguel Angel Torres, capitán de meseros del exclusivo Hotel Casa Medina, de Bogotá, asegura que uno de los requisitos para ascender posiciones en este oficio es preparándose no solamente asistiendo a cursos, sino con el aprendizaje de al menos un idioma adicional, que en su caso es el inglés. Torres, quien aprendió su segunda lengua luego de trabajar cuatro años en un restaurante de Estados Unidos, señala que en Colombia la única posibilidad de capacitarse es a través del Sena, pero que la mayoría de los meseros del país aprenden el oficio de manera empírica, con experiencia que ganan en cualquier establecimiento público, bar o restaurante.


En consecuencia, ser multilingüe garantiza estabilidad en el oficio y mejor posición. De hecho, en varias ciudades de Estados Unidos e Inglaterra se desarrollan campañas para obligar a los dueños de bares y restaurantes a contratar únicamente a meseros que hablen fluidamente el inglés. Lo mismo sucede en establecimientos públicos de ciudades turísticas de España, país que dio origen a la lengua castellana.


Meseros los hay de todos los estratos y niveles. Desde el que atiende la cafetería del barrio o el parador de la orilla de la carretera, hasta el encopetado mozo bilingüe de un exclusivo club o restaurante.


CUESTION DE ESTILOS


También hay diferentes estilos de meseros: el que habla enredado o en tono bajo y no se le entiende nada; el confianzudo, el consejero, el sonriente, el malgeniado, el ceremonioso, el riguroso, el que escoge el menú del cliente, el que usa palabras rebuscadas, el que tutea, el que echa cuentos, el que regaña y hasta el que coquetea con los comensales.


De los meseros depende, en parte, que una buena cena sea 100 por ciento agradable para el consumidor o incluso, que un menú mejore su sazón gracias a la magia del último toque puesto por el mesero: la atención. "Nuestra actividad es el gancho final de cualquier restaurante para hacer que un comensal se vuelva cliente rutinario", asegura Angel Gabriel Guzmán, quien tiene una empresa de banqueteros, luego de haber aprendido el oficio en un restaurante de Bogotá.


Y si se aplica el criterio de la formadora estadounidense de camareros Marian Scrutton, el mesero es prácticamente una persona invisible.

La propina, una insignia en la historia de este oficio

De acuerdo con la Superintendencia de Industria y Comercio, en Colombia la propina se considera una gratificación voluntaria que se da por un servicio prestado. Algunos de los oficios en los que se ha institucionalizado la propina son: meseros, taxistas, estilistas, domicilios, maleteros, botones de hoteles, servicio de habitación en hoteles, transporte de muebles y lavadero de autos, entre otros.


Esto significa que no solamente los meseros son destinatarios de propinas, aunque en la realidad, esta es la actividad en donde más se acostumbra el reconocimiento económico por el servicio. Es más, en el país, solamente los bares y los restaurantes se atreven a incluir la propina de manera sugerida, bien sea en la cuenta o en los precios del menú, lo cual es aceptado por la Superindustria. Esto hace que la propina sea uno de los grandes atractivos del oficio de mesero o barman.


Sin embargo, en los establecimientos de alto nivel, el beneficiario de la propina no es solamente el mesero, pues esta se distribuye en proporciones previamente establecidas por la empresa, entre los empleados que laboran en el área o en todo el negocio, bien sea bar o restaurante.


Pero hay países donde la propina es obligatoria. Por ejemplo, en Estados Unidos están establecidas las siguientes tarifas, según la firma Vida Americana, que a través de su página Web brinda información de interés para los inmigrantes a ese país:


Restaurantes: entre 15 y 17 por ciento del valor de la cuenta, antes de impuestos, y 20 por ciento para restaurantes de 5 estrellas o eventos grandes.


Taxi: 15 por ciento del total del recibo y no menos que 25 centavos.


Peluquerías: 15 por ciento del valor total del trabajo.


Lavado del cabello: entre 1 y 2 dólares.


Servicio a domicilio de alimentos como pizza o comida china: 1 ó 2 dólares por corta distancia, 2 ó 3 dólares por distancias largas.


Ayuda de traslado de equipaje en el aeropuerto o Terminal de transportes: entre 1 y 2 dólares, dependiendo de la cantidad de equipaje.


Botones de hoteles: 10 dólares por asistir al huésped con el equipaje.


Servicio a la habitación en hoteles de lujo: 15 por ciento del recibo.


Servicio de transporte de muebles: entre 5 y 10 dólares.

Portafolio.com.co

3 comentarios:

indiana ramirez dijo...

Como quien dice:
si los ricos (que tienen plata)no pagan propina por tacaños.. que se deja para uno que hasta en las busetas le tiene que dar linosnas a los arruinados.

y entonces que hacen la plata?... si todos estan lo mismo de flacos y con problemas de salud.

lo unico que agrego es que la plata no se la llevan al morir.. asi que deberian procurar gastar bien la plata.. y pagar a quienes le prestan srvicio por que en realidad su trabajo cuesta.

Indiana Ramirez

RAMON UBALDO USUGA RIOS dijo...

LO QUE SE ES QUE ES SOLO CUESTION DE CRITERIO A LA HORA DE LA PROPINA Y QUE DEPENDIENDO DE LA ATENCION PRESTADA TOMARIAMOS EN CUENTA LA PROPINA......

yurelys dijo...

yo pienso que lo unico que hay que mirar si lo merecen o no por el simple hecho de atenderte ya se lo emrecen ellos se ganan la vida alli y seria bueno remuberarles cuando te estan prestando un buen servicio y una buena atencion que no se sabe si lo ahcen cn voluntad o no les toco y lo hacen porque necesitan sostenerse.